Cómo unos ratones okupas, nos quitaron el sueño durante noches

Descubre hoy la historia de los ratones que ocuparon  nuestra casa y de cómo aprendí que esa necesidad de tenerlo controlado en la naturaleza  no funciona.

Hace años, que nos vinimos a vivir  a una preciosa casa rodeada de naturaleza.

Mi marido se había criado en el pueblo, pasando veranos enteros ayudando a su abuelo a pastar las vacas.

Mis abuelos tenían una lechería y mis vacaciones también estaban repletas de tardes en bicicleta, juegos en el barro, aventuras entre los fardos de paja.

¡Lo teníamos claro!

 Si había un ranking en cuanto a medir la  RURAL-eza ( una especie reyes del campo)  nosotros  teníamos que ser por lo menos, nivel pro o algo así. 

¿Una casa en medio del campo? ¿Qué era eso para nosotros?¡Nosotros podíamos con todo!  

La vida idílica que existe en tu cabeza, no es real

He de reconocerte que en aquellos tiempos, yo era una romántica soñadora incurable, de esas que se imagina las situaciones como la escena de una preciosa película que te envuelve con una suave música de piano.

De esas que se veía en una casa entre montañas con un fuego encendido y un libro entre las manos. 

Y claro, mi imaginación volaba tan alto, que no estaba preparada para la cruda realidad que se me venía encima. 

 Cuando  las tejas se caen por el viento, aparecen las goteras o pasas un frío que pela porque tienes una agujero enorme en la pared de la cocina. Pues ahí entras en el drama más dramático para que nos vamos a engañar. 

 

Resulta que mi idílica casa,  no venía sola y al poco tiempo de comprarla descubrimos que nos habíamos convertido en una gran familia numerosa, que ahora contaba con su propia colonia de gatos,llena de  gatitos que no paraban de comer y de criar una y otra y otra vez…….

¡Menuda liada teníamos encima!¿Qué podíamos hacer?

Nosotros ya teníamos tres perros y dos gatos

La naturaleza es muy sabia.

Como amantes  de los animales y porque no dábamos abasto para  alimentar, mantener y encontrar hogar a los gatitos que parían, se nos ocurrió  esterilizar a las hembras,  para así frenar la cría masiva.

Y así lo hicimos. Una a una, llevamos al veterinario a las 4 hembras ( tuvimos la suerte de que la gran mayoría eran machos) para que fueran vaciadas.

¿Qué paso entonces?

Pues que al estar las hembras libres de celo,  los gatos machos se fueron alejando de la casa buscando hembras a las que cubrir y las hembras con el tiempo se fueron muriendo.

Algo que la naturaleza hubiese regulado de manera natural, sin nuestra ayuda.

Aunque nosotros pensemos que lo CONTROLAMOS TODO, viviendo aquí aprendes a FLUIR, A DEJARTE LLEVAR. A veces porque no te queda otro remedio y otras porque lo aprendes tras muchas experiencias catastróficas pero necesarias.

 

Sin gatos en el horizonte, los ratones de campo cogieron el control de la casa, del interior y del exterior.

Nosotros por intentar ayudar, sin darnos cuenta,  nos habíamos convertidos en unos rehenes en nuestro propio hogar. 

¡Ratones al mando!

Los ratones campestres okupas estaban al mando.

¿Y qué pueden hacer unos indefensos ratoncitos de campo ? Te estarás preguntando. Eso mismo pensé yo al principio. ¡Pobre ilusa!

Los ratones  construyeron galerías haciendo agujeros en la paredes de las cuadras,  se  comieron los cables del abs del coche, accedieron al cuarto donde estaban las baterías de las placas solares, se comieron ropa, bolsas, libros. 

Y lo más grave es que tomaron nuestro trastero como su centro de mando calentito y acogedor, empezaron a aparecer por la casa…

Un drama muy asqueroso, en serio.

Durante noches y noches nos despertábamos con el sonido de las minipatitas correteando por el trastero. 

Todo lo que hemos aprendido

Y así sin comerlo ni beberlo, aprendimos unas grandes lecciones que no olvidaremos y que quiero compartir contigo por si te pueda servir en un futuro o en la actualidad, que nunca se sabe

Allá voy: 

  1. Descubrimos que tenemos una gata que es una pacifista interespecies no quiere líos  y que a ella eso de cazar ratones ni le va ni le viene mientras pueda dormir frente a la chimenea, porque ella ha estado jubilada desde que nació.
  2. En el campo aprendes que la vida manda, que la naturaleza es muy sabía, que se autorregula sola. Que los gatos son necesarios para que no haya plagas de ratones. Y que por muy animalista que sea, por mucha penita que te de, a veces es cuestión de los ratones o tú.
  3.  Que en la vida y más aún en los momentos de crisis hay que aprender  a cuidarse y a salvarse uno mismo. Si tú no estás bien, nada lo estará.
  4. La naturaleza fuera de la falsa protección y seguridad que hemos construido en las ciudades, es dura, pero te da lo que realmente necesitas para estar en equilbrio

 

¿Lo hemos pasado mal en ocasiones? Lo hemos pasado muy mal y sin embargo nunca hemos tenido tanta estabilidad emocional, tanta fortaleza interior, ni hemos sido tan felices. 

¿Hemos pensado en ocasiones, en mandar todo al carajo y volver a la comodidad de nuestro piso en la ciudad? un millón de veces ¿lo hemos hecho? Ni hablar

¿La vida en el campo es dura? mucho, a veces demasiado ¿Merece la pena? merece mucho la pena

 

Vivir aquí, en esta casa, esta historia y las millones de historias que tengo aún por contarte, lograron en mí una transformación personal, un empoderamiento emocional, una calma interior,  que no hubiese experimentado aún yendo cada día de mi vida a terapia. 

 

Se despide una mujer semi-rural en eterno aprendizaje 

Un abrazo Noelia

 

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