
Con el tiempo me he dado cuenta que la fortaleza, la automotivación, la tranquilidad o la plenitud interior florecen gracias a esos momentos malos que tanto detestamos. A las penurias de la vida, las calamidades, el dolor, las lágrimas y la rabia y el joe me pasa todo a mí, estoy hasta las narices de todo ya…
Y eso, aquí en el campo, desprotegida de la falsa seguridad y el aparente control que te da la ciudad, se ve mucho más a menudo.
- Pasas frío y te las ingenias para tener calor
- Se te va luz, no encuentras la avería en las placas solares y aprendes a estar con velas
- Te aparece una gotera en las cuadras y te las tienes que ingeniar para solucionarlo.
- Unos ratones te ocupan la casa, pues ahí te las campanees maja
Como hace años, cuando nuestros bisabuelos solo comían lo que cultivaban y sino pasabas mas hambre que los patos de Manolo
Y así, con este aprendizaje forzoso, (que te hace la puñeta) comienzas tu verdadero viaje de empoderamiento emocional, y poco a poco lo logras, sin terapias, ni clases, ni na…. es la vida la que te lo enseña.
Sales de los marrones por ti misma, con tus propios recursos.
Te caes, te arropas y sigues. Te sientes sola, te abrazas y sigues.
Y vuelves a confiar en ti y de das cuenta de todo lo que eres capaz.
Tú puedes.
¿No crees que nos falta un poco de esa fortaleza interna que tenían las generaciones anteriores?¿Esa resiliencia que te hacía levantarte sin abusar de medicaciones, de engancharte al móvil o a la tele para olvidar las preocupaciones?
Porque la vida es bonita, muy bonita, pero es dura de narices y a veces estamos tan metidos en una caparazón de tortuga que nos protege que no nos permite experimentar la realidad, buena, ni mala, siempre con miedo a todo lo que escape de nuestro control y la piel no se curte sino es expuesta al sol.
¿Y tú qué opinas?
Un abrazo. Noelia